La cuenta corriente es un apartado dentro de la balanza de pagos. Recoge las operaciones reales (comercio de bienes y servicios) y rentas que se producen entre los residentes de un país y el resto del mundo en un período de tiempo dado.
En la noticia de esta semana, se presenta cómo es que el superávit de la balanza por cuenta corriente de España se reduce un 11% en el segundo trimestre del 2017.
El saldo de esta balanza, que mide los ingresos y pagos al exterior por intercambio de mercancías, servicios, rentas y transferencias, se explica, según lo que dice la nota, por el mayor déficit de la balanza de bienes y de la renta secundaria, que no han podido ser compensados por el superávit creciente de la de servicios.
No abstante, debe considerarse que la cuenta corriente está fuertemente vinculada con la oferta y demanda de divisas y el tipo de cambio, ambas dependientes de un tipo de régimen, que para el caso de España, es flexible. En condiciones de libre mercado, un superávit de la cuenta corriente provoca la caída de los precios internos y un incremento en la competitividad internacional. Por el contrario, un déficit implicaria la posibilidad de una mayor importación de bienes y servicios, lo que ayuda en el crecimiento económico del país.
En si, el mantener un déficit no es el fin del mundo. De hecho, tampoco es coincidencia. Como todo lo que forma parte de la política monetaria de los países, el que se den los superávit en una cuenta u otra es parte de la estrategia del Banco Central para lograr sus objetivos macroeconómicos.
No es casualidad, algo que no dicen en la noticia de la semana, que mientras se da un déficit en la cuenta corriente, existe un superávit en la cuenta de capital, que es la que muestra el cambio en los activos del país.
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